No es tan fácil como parece publicar en este medio, o más bien será que es demasiado fácil poner cualquier cosa, una ocurrencia un chiste, un chisme, una historia, alguna investigación, imágenes, videos, canciones, etc.
Sentarse y mirar la virtual hoja blanca en el monitor, que en ocasiones por su brillo te encandila. Ahora entiendo porque aquel señor que conocí, escritor de obras de teatro, prefiere la anticuada y complicada maquina de escribir. Bueno, es lo mismo comparado al orden del as teclas, números y signos. Pero hay unas que no manchen, pareciera un juego de atínale al topo que sale del hoyo.
La maquina de escribir tiene algo mágico, un ritual. Sentarse frente a ella, dentro o fuera de tu casa, acomodar la cinta, las hojas en el rodillo, alienarlas. Ya sea manual o eléctrica, una vez que presionas la primer tecla, sea letra o número o signo, no paras y las ideas empiezan a fluir con mayor rapidez, o al menos a mi me sucedió a lo que rara vez me pasa en una computadora.
Eres tú y la maquina, creando una fantástica o dramática historia. Son experiencias diferentes, aunque parezcan lo mismo no lo son. Como sentarse a tocar un piano de cola y después un teclado eléctrico.
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